He pedido tu opinión?

Tenemos la mala costumbre de opinar sobre cualquier cosa. Creemos que sabemos cosas sin tener idea de lo que decimos, pero lo peor de todo es cuando nos permitimos el lujo de dar opiniones sin que nadie nos las haya pedido.

Mini J tiene ya 3 años y no sabéis la de veces que he deseado tener una bolsa con tapones de corcho para ir repartiéndolos a la gente.

Opinar es algo que hace todo el mundo, sobretodo porque es gratis, y aunque es una mala costumbre, lo hacemos. Pero nadie piensa en el dolor que pueden causar o las consecuencias que llegarán a tener esas palabras.

En lo largo de estos años de vida de Jordi, las he escuchado de todos los colores y aunque todos me dicen que no debo hacer ni caso a lo que oigo, me duele y mucho, porque se trata de mi hijo. Cuando te dicen algo referente a ti mismo puedes llegar a pasar, pero cuando estamos hablando de un niño, la inocencia pura, sin maldad y, lo más importante, personitas que no son conscientes aún de lo que se les dice, te llega al alma.

Sobre la teoría, los adultos somos los que razonamos, los que pensamos y los que sabemos lo que está bien y lo que no; somos el referente de nuestros hijos y los modelos que van a seguir, por lo que tenemos que enseñarles bien y sobretodo hacer inclusión de todo, eso es, normalizarlo.

Si un adulto ya se extraña, ya te mira raro e incluso dice palabras malsonantes, qué van a hacer sus hijos? Exactamente lo mismo o peor.

Os contaré algunos de los casos en los que nos hemos visto envueltos y de los que personalmente no he sabido conducir de la mejor manera. Como os decía se trata de mi hijo, y como madre que soy me vuelvo una loba y le defiendo con uñas y dientes SIEMPRE.

Me acuerdo que antes de implantar a mini J, Laura la mami de Pep (que nos ayudó mucho y nos tranquilizó en todo este proceso) me comentó que había vivido una situación muy desagradable con su hijo, y me horroricé.

Pues al poco de implantar a Jordi me encontré en una situación muy parecida a la que me contó ella. Estaba parada en un semáforo al lado de una señora y sus dos niños, ambos no dejaban de mirarle (por supuesto entiendo que es lo más normal del mundo pues los pequeños son curiosos), uno de los niños le preguntó a su madre que qué tenía en la cabeza, y la madre, con un par, le contestó: no lo sé pero no le toques. En ese momento sentí como si me clavaran un puñal, me quedé helada, pero mi respuesta fue, dirigiéndome a su hijo, que Jordi no tenía nada contagioso, simplemente era sordo y necesitaba sus implantes para oir, el niño me miró y me sonrió. En ese momento esa señora debería haberse disculpado, al menos eso esperaría cualquiera… Pues no lo hizo, me miró con cierto desprecio y les dijo a sus hijos que empezaran a caminar que el semáforo ya estaba en verde.

Una de las más desagradables que he vivido hasta ahora fue en un bar, tomándome un café. Jordi estuvo llevando una cinta que le aguantaba los implantes hasta casi el año después de haber sido implantado. Era muy bebé y al principio se le caían todo el rato por lo que nos iba genial la cinta. Un señor se acercó a nosotros y me dijo que tenía una niña muy mona, a lo que respondí que era un niño. Él me preguntó entonces que porqué llevaba una cinta en el pelo y le expliqué que era para sujetarle los implantes. Con toda la desfachatez del mundo me dijo que lo que estaba haciendo era fomentar la homosexualidad del niño, ya que habían otros modos de sujetar los implantes que no implicaban una cinta en el pelo… en ese momento me convertí en el diablo de tazmania, casi lo mato! Alguien me puede decir desde cuando un niño o una niña no puede llevar lo que le de la gana? Y desde cuando una cinta o diadema marca la sexualidad de un bebé???!!! Este tipo de gente tendría que visitar especialistas porque no están bien de la cabeza.

Sabes cuando alguien está haciéndote una pregunta sin mala fe y cuando se hace para cotillear. Bien, pues mini J no puede bañarse con los implantes sin el kit de agua, que es de color azul y un poco más grande. Un día estábamos tan tranquilamente jugando en la arena de la playa y se me acercó una señora y me dijo: tu hijo tiene una cosa muy rara de color azul en la cabeza. Mi cara fue todo un poema… Le contesté que era un implante para oir y me dijo que lo encontraba muy raro, y se plantó allí a mirar sin reparo. Cómo se puede tener tanta cara?? Yo no lo entiendo de verdad!! Tendría que haberle dicho: A ver señora…. se puede saber que está mirando? Pero me lo callé, aun no se porqué.

Y por último os contaré una muy reciente que le sucedió a mi marido un día mientras iba paseando con Jordi por el paseo de Gavá mar. El peque iba con un coche correteando y se cruzó con un niño de unos ocho años que se sorprendió al ver lo que tenía mini J en su cabeza. Se quedó mirándole y al rato se fue a su madre a preguntarle algo referente a los implantes. Acto seguido la mujer se acercó junto a su hijo y se quedó plantada mirando fijamente a Jordi, a mirar y remirar… recreándose vaya, de una forma ofensiva y como si se tratara de un bicho raro. Mi marido cogió al peque y se marchó, no dijo nada. Yo no hubiese podido.

Os he contado 4 anécdotas, pero por desgracia, he vivido demasiadas para escribirlas todas, muchas referentes a los implantes y algunas de otras cosas del día a día, pero estas quizás son las que más me han impactado y las he querido compartir con vosotros. Porque dónde queda la igualdad? ¿Cómo vamos a hacer inclusión así entre niños? Si los primeros que no aceptan la diferencia son los adultos.

Hay tanto aun por hacer… y yo os pregunto: en serio esperáis que me contenga con este tipo de gente??? Porque al próximo lo envío al infierno!

Por último os voy a hacer una reflexión que me decían mucho cuando era pequeña: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Dicho esto, hay que empatizar más y ponerse en la piel del otro.

2 respuestas a “He pedido tu opinión?

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